martes, 12 de octubre de 2010

Una carta

Hola Úrsula. Seguramente te extrañe que te escriba. Vi en tu facebook que te hiciste un tatuaje. No me gusta. Los tatuajes en general no me gustan. Si tuviera un tatuaje ya estaría pensando en cómo quitármelo. Pero no voy a hablar de tus tatuajes, creo que te debo una disculpas.
Estuve mal, no debí hacer lo que hice y bueno, aquí están ellas, mis disculpas, un poco demoradas, pero disculpas al fin. No estaba de acuerdo, jamás estuve de acuerdo, Úrsula, con tu proceder dentro de aquel estudio. Pero esa nunca debió ser mi justificación. Ser un buchón es lo peor que un hombre puede ser con respecto a una mujer. Y eso fui, ok, sí. Deseaba fervientemente que te fueras, no soportaba que allí estuvieras como si nada, y además esos viejos inmundos, además esos. Jamás toleré tu forma de ser ligera, moderna, llamala como quieras, jamás me aguanté tu indiferencia. Pero estuve mal. Estuve mal, sí, sí, ok. Igual no te confundas, no andaba caliente con vos. O sí. Pero no era ese el punto ni tampoco soy un pajero. Me molestaba que no tuvieras razón alguna para buscarme de otra manera, como a esos viejos repelentes; razón alguna que te diera a cambio algún beneficio de mi parte. Me decías mediocre con tu indiferencia. Pajero me decías y repito, si algo no soy eso un pajero. Me decías yo a vos no tengo ni que mirarte, total para nada me servís. Y quise ese día hacerte entender que sí me necesitabas, que sí yo podía serte útil, que te habías equivocado siempre conmigo. Que por no haberme buscado como a los otros para ganar mi silencio ahora ahí estaba yo, en el despacho del doctor Z, o en el de X, ya no lo recuerdo, diciéndole Úrsula hace esto y esto otro cuando ustedes no están; ¿ven ese baño?, imagínensela a Úrsula y al tipo ese de la moto después de las ocho. Mal, muy mal, muy de poco hombre. Además lo disfruté, no quiero mentirte. Disfruté eso que llamé "venganza", digamos. O despecho. ¿Por qué no podías comprender que yo también era merecedor de tus encantos? ¿Por qué no podías reparar en mi pequeño poder ahí dentro? ¿Por qué sólo eras desdeñosa y mala conmigo? ¿Qué te había hecho? ¿Quién le había declarado la guerra a quién, Úrsula? ¿Era todo aquello la modernidad versus el conservadurismo? ¿Tan en las antípodas nos encontrábamos? ¿Tan? No llegué a odiarte, por lo menos yo no. Sí me fastidiaste mucho, pero eso es otra cosa. Yo no te odiaba, simplemente quería que cambiaras, que fueras buena, que te hicieras una chica decente o que bueno, que por lo menos tuvieras algún tipo de gesto de delicadeza hacia mí. Saludarme, por ejemplo. Decirme hola a la mañana, darme un beso. Pero no, no, jamás se te ocurrió dejar de ser esa perra de todos los días, esa perra de mierda por la que todos esos viejos inmundos e inmorales pegaban la vuelta para mirarle el culo. Y vos, vos sabiendo que te lo miraban, feliz porque te lo mirasen de ese modo. [No sé de qué carajo te tengo que pedir disculpas, Úrsula, ahora eso me pasa, ni sé cómo es que tuve el impulso de comenzar a escribir esto, benditos sean estos corchetes. En realidad te guardo rencor, reconozco que estuve mal pero te guardo rencor, esa es la verdad.]

Retomo:
Aquí hay un montón de ardillas, me recuerdan mucho a vos. Yo todavía no doy con el idioma, siempre me costó muchísimo, igual ese por ahora no es mi problema, lo será si quiero quedarme, pero por ahora no lo es.
Las ardillas trepan a los árboles, corren a través de los jardines, en fin, esas cosas. Y la gente corre junto al río o hace canotaje, estos gringos son todos muy deportistas y yo me siento realmente en pésimo estado.
Había pensado en enviarte con esto una postal, a la vieja usanza, había pensado también en enviarte esa misma postal con una amenaza o un insulto. Perdón por todo eso, Úrsula. Los malos pensamientos existen. Los diez mandamientos existen.
Me gustaría que ahora a la distancia las cosas fueran diferentes entre nosotros. Me gustaría que reconocieras que tuve algún poder. No te pido que me digas que sí, que alguna vez te fijaste en mí. Yo siempre estuve enamorado de mi mujer, o lo que sea... Pero estaría bueno leer sí, tuviste algo de poder y no me di cuenta hasta que me quisiste cagar. Estaría bueno leer que tuviste miedo de mí.
En fin, si llegás a contestarme esta carta me doy por hecho por un rato; al menos voy a saber que por primera vez me diste pelota y, ahora sí, ya sin que puedas vos sacar algo a cambio.
Está nevando acá. Es demasiado lindo este lugar. No les mandes saludos a esos viejos depravados. Imprimir artículo